Una Labor Extraña
En la antigüedad el pueblo de Israel habitó por muchos años en la tierra de Egipto, y cuando Dios los liberó de su esclavitud, les ordenó no caer en idolatría al imitar a los pueblos de su alrededor, diciéndoles:
“No andaréis en pos de dioses ajenos, de los dioses de los pueblos que están en vuestros contornos”.
Deuteronomio 6:14
Nosotros somos libres porque el Señor también nos sacó del Egipto espiritual, pero es nuestra decisión sacar a Egipto de nuestras mentes. En el camino el pueblo se desanimó y le protestó a Moisés, diciéndole:
“¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? que ni hay pan, ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano”.
Números 21:5
Por lo general, nos encontramos tan ocupados en lo material y nos distraemos de lo espiritual. Entonces Dios envió serpientes ardientes que mordían al pueblo y una parte de ellos murieron. Es así que el pueblo reconoce su falta y Moisés eleva una súplica para interceder por ellos. Dios le responde a Moisés y le dice:
“Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre la bandera: y será que cualquiera que fuere mordido y mirare á ella, vivirá”.
Números 21:8
La verdadera voluntad está en aquel que domina sus inclinaciones, que controla sus pasiones, que se sobrepone a sus instintos. Observemos que Dios no le ordenó a Moisés que hiciera una serpiente de metal para que el pueblo la adorara, le rindieran culto o le pidiera la solución a todos sus problemas. La idolatría es como una labor extraña, y representa todo aquello que le roba honra a Dios. La idolatría también pude ser cuando a algo o a alguien le damos más importancia y con ello desplazamos a Dios de nuestras mentes y nos olvidamos de su declaración que dijo:
“Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de siervos”.
Éxodo 20:2
Dios no necesita cosas de metal, para manifestarse Él a través de ellas. La serpiente de metal fue simplemente un medio para manifestar Dios su poder, el objeto no tenía ningún poder en sí mismo, porque sabemos que:
“Toda buena dádiva y todo don perfecto es de lo alto, que desciende del Padre de las luces”.
Santiago 1:17
Si nosotros no servimos al único y sabio Dios, entonces vamos a terminar sirviendo a una cosa extraña y ahí comienza la idolatría. La serpiente de metal cumplió su propósito, y más allá de eso, no tuvo ningún otro valor. Sin embargo, pasado el tiempo de Moisés y hasta la época del rey Ezechías, se menciona de él esto:
“Él quitó los altos, y quebró las imágenes, y taló los bosques, é hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban perfumes los hijos de Israel; y llamóle por nombre Nehustán”.
2 Reyes 18:4
Nehustán es una palabra hebrea que significa “algo hecho de cobre”. Ezechías destruyó la serpiente de metal porque esta se había convertido en un ídolo, lo cual es contrario a los mandamientos de Dios. En el decálogo de la Ley de Dios, no hay mandamiento más extensamente explicado que este:
“No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás á ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos, sobre los terceros y sobre los cuartos, á los que me aborrecen”.
Éxodo 20:4-5
La idolatría no es solo un defecto del pueblo de Israel en esa época, sino de toda la humanidad en todos los tiempos. Dios conoce la inclinación del hombre hacia la idolatría, por lo que no permitió que construyeran alguna imagen de Él, sino que habló de en medio del fuego diciendo:
“Guardad pues mucho vuestras almas: pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló con vosotros de en medio del fuego: Porque no os corrompáis, y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón ó hembra”.
Deuteronomio 4:15-16
La creencia popular dice que no adoran imágenes, sino que solamente las veneran, pero la Palabra de Dios califica como acto de adoración el postrarse o hincarse de rodillas:
“Y como Pedro entró, salió Cornelio á recibirle; y derribándose á sus pies, adoró. Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate; yo mismo también soy hombre”.
Hechos 10:25-26
“Y él me dijo: Mira que no lo hagas: porque yo soy siervo contigo, y con tus hermanos los profetas, y con los que guardan las palabras de este libro. Adora á Dios”.
Apocalipsis 22:9
El profeta Isaías recibió una indicación de Dios, que señala que al darles honor a las esculturas se lo quitamos a Dios:
“Yo Jehová: este es mi nombre; y á otro no daré mi gloria, ni mi alabanza á esculturas”.
Isaías 42:8
Así mismo, el profeta Habacuc reprendió a los idólatras diciendo:
“Ay del que dice al palo; Despiértate; y á la piedra muda: ¡Levántate! ¿Podrá él enseñar? He aquí él está cubierto de oro y plata, y no hay dentro de él espíritu. Mas Jehová está en su santo templo: calle delante de él toda la tierra”.
Habacuc 2:19-20
El apóstol Pablo refiriéndose a la idolatría escribió que no es posible hacer semejante la Divinidad a las obras de arte ni al pensamiento humano:
“Siendo pues linaje de Dios, no hemos de estimar la Divinidad ser semejante á oro, ó á plata, ó á piedra, escultura de artificio ó de imaginación de hombres”.
Hechos 17:29
La vista de los hombres fue influenciada por apariencias externas que parecían buenas y agradables, pero su vista se nubló por el engaño. ¿Por qué quién vio jamás a Dios?
“Y trocaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, y de aves, y de animales de cuatro pies, y de serpientes”.
Romanos 1:23
Por lo cual, la amonestación de Dios fue:
“Y á causa de toda su malicia, proferiré mis juicios contra los que me dejaron, é incensaron á dioses extraños, y á hechuras de sus manos se encorvaron”.
Jeremías 1:16
El ídolo es un sustituto, objeto, idea o persona a la que el hombre le atribuye un valor especial, en la que deposita su entusiasmo, fortalezas y temores, y con el tiempo empobrece y vacía a quien efectúa este acto. Nuestra labor es luchar contra la idolatría, no solamente de ídolos visibles, sino también de cualquier atadura insana a familiares, cónyuge, amistades, bienes, dinero o hábitos que tengan prioridad sobre nuestra espiritualidad y con los trabajos en la obra del Señor.
Debemos buscar las cosas espirituales del Señor, como son los dones, servicios y ministerios. Procurar conocer y agradar al Señor y tenerlo como nuestra prioridad y nuestro primer amor. La obediencia a Dios y el estudio de su Palabra nos permite eliminar todo vestigio de idolatría y nos conduce a la santidad. Por consiguiente, debemos esforzarnos para crear las condiciones necesarias y no escatimar cuando se trata de nuestro crecimiento espiritual y de crecer en sabiduría y justicia delante del Señor y delante de las personas.
Nuestro esfuerzo será siempre presentarnos como obreros aprobados que no tienen nada de que avergonzarse porque trazan correctamente la Palabra de verdad.
“Por tanto, amados míos, huid de la idolatría”.
1 Corintios 10:14
Bibliografía Nehustán, cosa de metal. Carlos García Becerril. Abogado de la Biblia y Heraldo del Reino Venidero. Trimestre de enero a marzo de 1998.