De los cuales el mundo no era digno

De los cuales el mundo no era digno


Fuera de la Iglesia de Dios las personas miden la grandeza por el número de personas que te sirven, pero dentro de la Iglesia de Dios la grandeza se mide por tu servicio a Dios y a los demás. Servir a Dios es vivir una vida acorde a su voluntad, dejando un recuerdo y un ejemplo de nuestro trabajo y esfuerzo por servir a los demás. El trabajo y la vocación de servicio a los demás, son el testimonio de nuestra fe. Así como lo mencionó el apóstol Pablo a la Iglesia de los Tesalonicenses:

“Acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo”.

1 Tesalonicenses 1:3


Las personas por lo general son propensas a la vanidad, a la vanagloria, al enaltecimiento, a ser conocidos, reconocidos y elogiados por los demás y también a ser servidos. Presumen ser modernos, progresivos y estar al compás de los tiempos, pero nunca están satisfechos. Siempre están en búsqueda de una gratificación, como lo señaló el profeta Isaías:

“Mas los impíos, son como el mar en tempestad, que no puede reposar; y sus aguas arrojan cieno y lodo”.

Isaías 57:20


Charles Robert Darwin, fue un científico británico, que sentó las bases de la teoría moderna de la evolución con su concepto del desarrollo de todas las formas de vida mediante el proceso lento de la selección natural. Su trabajo tuvo una influencia decisiva sobre las ciencias de la vida y de la tierra, y sobre el pensamiento moderno en general. Hoy en día las personas pueden llegar a ser víctimas de una filosofía errónea, la continua idea de una falsa superación. Lamentablemente este pensamiento es solo un reflejo del sistema competitivo de la sociedad en la que vivimos. Una sociedad abrumadora y materialista regida por la premisa que adoptó Darwin, que le llamó la selección natural.

“La teoría de la evolución por selección natural de Darwin trata esencialmente que, debido al problema del suministro de comida, las crías nacidas de cualquier especie compiten por la supervivencia”.

Darwin, C. (2010). El origen de las especies. Grupo Editorial Patria.


La mayoría de los animales no pueden elegir el ambiente en que habitan, como tal, para acomodarse deben cambiar ellos mismos. Para los humanos, el primer signo de este cambio es la emoción. Los que sobreviven serán los más aptos, los que mejor se adaptaron a su ambiente. Pienso que esto es muy acertado, pues la sociedad en que vivimos se apoya en la teoría del oportunismo.

“El oportunismo implica que los agentes económicos se guían por el egoísmo y adoptan un comportamiento estratégico, éstos se pueden apoyar en las amenazas y las promesas falsas”.

Williamson, 1991


En donde las personas tratan de eliminar o ignorar a quienes están a un nivel más debajo de ellos. Aquellos que ocupan una posición social, económica o políticamente determinan los factores de la supervivencia de los mejor adaptados en la sociedad. Se aprovechan de la mansedumbre, de la ignorancia y de la debilidad de los más pequeños para oprimirlos. Estos últimos desean también ascender a la categoría de los grandes, anhelan subir la escalera del éxito no importando si en el proceso tienen que llegar a comprometer su integridad personal. No aceptan el pensamiento del dolor o el desconcierto de una caída. Desconocen las palabras de Salomón hijo de David, rey de Jerusalén, quién expresó:

“Si opresión de pobres y perversión de derecho y de justicia vieres en la provincia, no te maravilles de ello; porque sobre el alto vigila otro más alto, y uno más alto está sobre ellos. Además, el provecho de la tierra es para todos; el rey mismo está sujeto a los campos. El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad. Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los consumen. ¿Qué bien, pues, tendrá su dueño, sino verlos con sus ojos? Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia”.

Eclesiastés 5:8-12


En la Biblia podemos encontrar la historia de dos reyes arrogantes, el primero de ellos es Senaquerib rey de Asiria, quien con soberbia exclamó:

“¿Qué dios de todos los dioses de estas tierras ha librado su tierra de mi mano, para que Jehová libre de mi mano a Jerusalén?”.

2 Reyes 18:35


El segundo es Nabucodonosor rey de Babilonia, quien con orgullo exclamó:

“¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?”.

Daniel 4:30


Esa misma actitud con altivez la tuvo Alejandro Magno rey de Media y Persia, cuyo epitafio grabado en su bóveda menciona:

“Una tumba, ahora es suficiente para aquel que el mundo entero no era suficiente”.

Mefistófeles, J. C. (2022, 2 marzo). Historia: 10 frases célebres de Alejandro Magno. – J. C. Mefistófeles. Medium.


Estos tres reyes de distintas épocas tuvieron algo en común: una actitud frívola y de ligereza hacia Dios. Puesto que una persona arrogante se ve a sí mismo como un erudito y como un santo. Desdeña a los demás como a seres inferiores y por eso piensa que tiene permiso para ridiculizarlos. Ahora veamos dos ejemplos más, pero de hombres de otra estirpe, aquellos que sustentaron su grandeza en su humildad, en su sencillez y en su capacidad de servir. El primero es José hijo del patriarca Jacob, quien sirvió a su padre cuando era joven, al dar razón de la conducta de sus hermanos. Fue así que su padre decidió entregarle una túnica de colores que le diferenciaba de sus hermanos.

“Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente”.

Génesis 37:4


En su destierro forzado a Egipto, sirvió como esclavo a Potifar. José se encargó de la administración de la casa y de los negocios de Potifar.

“Y aconteció que desde cuando le dio el encargo de su casa y de todo lo que tenía, Jehová bendijo la casa del egipcio a causa de José, y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el campo”.

Génesis 39:5


Después José sirvió como prisionero en la cárcel, aun cuando injustamente fue puesto ahí. José era de facto un administrador de esa cárcel.

“Y el jefe de la cárcel entregó en mano de José el cuidado de todos los presos que había en aquella prisión; todo lo que se hacía allí, él lo hacía. No necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba”.

Génesis 39:22-23


Luego José sirvió al Faraón cuando fue nombrado como el segundo con más autoridad en el gobierno de Egipto, gracias a esta posición José sirvió a la nación egipcia y también a su propia familia.

“Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú. Dijo además Faraón a José: He aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto”.

Génesis 41:40-41


Seguramente habrás notado que José ocupó en todo lugar y circunstancia puestos claves y preponderantes. Debido a que el Espíritu de Dios estaba con él, y por el servicio que desempeñó hacia los demás. José decidió hacerlo así y no de servirse o aprovecharse de los demás. El segundo es Gedeón, uno de los jueces en Israel. Consideremos sus palabras y su pensamiento:

“Y los israelitas dijeron a Gedeón: Sé nuestro señor, tú, y tu hijo, y tu nieto; pues que nos has librado de mano de Madián. Mas Gedeón respondió: No seré señor sobre vosotros, ni mi hijo os señoreará: Jehová señoreará sobre vosotros”.

Jueces 8:22-23


Esta actitud de Gedeón es altamente contrastante con la que tuvo en su momento Absalón el hijo de David, quien codiciaba vehementemente la posición de monarca que ocupaba su padre, y como sabemos, hasta ese entonces el gobierno en Israel era netamente teocrático, pues era el propio Dios quien establecía al rey. El siguiente ejemplo es la Iglesia de Laodicea, cuyo arquetipo es retratado en la Iglesia contemporánea:

“Y escribe al ángel de la Iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas”.

Apocalipsis 3:14-18


La Iglesia de Laodicea tiene la peculiaridad de ser soberbia, engreída y de sentirse autosuficiente, ya que ella misma puede satisfacer sus necesidades. ¡Cómo han pasado las épocas en la Iglesia de Dios! Ya no es la misma Iglesia que describió el apóstol Pablo, en su primera carta a los corintios, en donde menciona que no había muchos nobles ni muchos sabios:

“Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es”.

1 Corintios 1:26-28


Del mismo modo, ya transcurrió la época en la cual la Iglesia de Dios se describe como una Iglesia errante, que fue perseguida y habitó en cuevas:

“De los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra”.

Hebreos 11:38


El consejo es examinarnos a nosotros mismos con honestidad, si nuestra comodidad y prosperidad no es en realidad una ilusión. Si poseemos una tendencia al enaltecimiento, así como la Iglesia de Laodicea se siente autosuficiente, quizás nosotros podemos llegar a sentirnos igual. La interpretación que tiene la Iglesia de Laodicea de sí misma denota orgullo, soberbia y altivez, pero lo más grave es que vive engañada. Porque desde la perspectiva del Señor, la realidad de la Iglesia de Laodicea es otra. La amonestación que el Señor le da a la Iglesia de Laodicea es ungir sus ojos con colirio, para curar su ceguera espiritual. Vestirse con ropas blancas para cubrir su desnudez y adquirir las verdaderas riquezas. El último ejemplo es nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien con sencillez y humildad nos dejó una enseñanza que quedó registrada en el momento de su bautismo:

“Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó”.

Mateo 3:13-15


La oposición de Juan para bautizar a Jesús era más que lógica y consecuente. Sin embargo, en un acto de humildad y de justicia, Jesús le ordena a Juan bautizarle para cumplir con la justicia de Dios. En la misma relación, vemos que después de haber cenado con sus discípulos, Jesús se dispone a lavar los pies de ellos. La reacción de Pedro fue la misma que la de Juan el bautista. Pedro en un principio se opone a que Jesús su Maestro le lave sus pies, pues se consideraba indigno.

“Se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; más lo entenderás después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo”.

Juan 13:4-8


Esta enseñanza de Jesús nos debe remitir de nueva cuenta a la humildad y al servicio a los demás. Algo que Pedro en su momento no entendió, por lo cual, Jesús les preguntó:

“Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho?”.

Juan 13:12


Jesús se despojó de su autoridad y les señala que su acto sería ejemplo para que ellos lo hicieran igual unos a otros. También Jesús le responde a Pedro que, al oponerse a esta práctica, no tendría parte con Él en el día postrero. Por tanto, una actitud de altivez, de orgullo o de soberbia nos puede hacer perder el objetivo que tenemos como siervos de Dios. En una ocasión Jacobo y Juan hijos de Zebedeo, le solicitaron a Jesús:

“Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”

Marcos 10:37


La respuesta de Jesús fue:

“No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?”

Marcos 10:38


Jacobo y Juan responden a la pregunta de Jesús: “podemos”, y quizás sin saberlo predicen sus propios sufrimientos por el nombre de Jesús (Hechos 12:2; Apocalipsis 1:9). Aunque en ese momento su petición de ellos era tener un estatus muy alto dentro de la administración de Jesús al llegar a Jerusalén. Ellos pensaron que habían obtenido algo, y también los otros discípulos que comenzaron a enojarse en su contra. Su deseo de posición y estatus de los apóstoles es reprendido por Jesús cuando les responde:

“Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos”.

Marcos 10:42-44


Por esa razón, en la Iglesia de Dios el estatus, el dinero y la popularidad no son requisitos previos de liderazgo, porque el servicio humilde es el más grande y único requisito. Asimismo, Jesús amonestó a sus discípulos y les advirtió de abstenerse de los apetitos de grandeza -tan característicos de los Fariseos y Saduceos- considerando estas actitudes reñidas de un siervo de Dios:

“Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo”.

Mateo 23:8-10


Cuando los discípulos le preguntaron a Jesús:

“¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?”

Mateo 18:1


Jesús le pidió a un niño que se acercara y les respondió:

“Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos”

Mateo 18:4


De una forma muy clara, Jesús establece su postura frente a la disyuntiva de: ¿Quién es el mayor?. Jesús utilizó una lógica opuesta a lo que se acostumbra en la sociedad. Lo anterior se puede resumir de la siguiente manera:

“En el mundo, los hombres miden su grandeza por cuántos les sirven, pero dentro del pueblo de Dios, la grandeza se mide por cuánto servimos a cuántos”.

Min. Francisco Juárez Pérez


La vida de Jesús registrada en los cuatro Evangelios, reflejan una carencia total de orgullo, arrogancia y vanidad. También un reconocimiento constante de su dependencia con su Padre. Jesús también utilizó reiteradamente sus enseñanzas en señalar y criticar las poses de orgullo y vanidad en las personas. Jesús tenía la habilidad de discernir los diferentes motivos que se ocultan en la mente de las personas. Durante una cena en casa de uno de los principales de los fariseos, Jesús percibió cómo los que estaban sentados en la mesa se consideraban mejores que los demás y escogían los primeros asientos a la mesa. Por lo cual, Jesús les enseñó esta parábola:

“Cuando fueres convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él, y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a este; y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar. Mas cuando fueres convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa. Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido”.

Lucas 14:8-11


En los tiempos de Jesús, la manera de arreglar los asientos de la mesa para ocasiones especiales, era diferente a la costumbre que nosotros tenemos en la actualidad:

“En lugar de poner sillas alrededor de la mesa, se ponían unas sillas reclinables formando una letra U alrededor de la mesa. El lugar más distinguido y honorable era aquella silla reclinable que se ponía en el centro de todas. Los asientos de menor importancia eran los que quedaban a los extremos”.

Edersheim, A. (2008). Usos y costumbres de los judíos en los tiempos de Cristo. VIDA PUBL.


Por esa razón Jesús les dijo a los fariseos:

“¡Ay de vosotros, fariseos! que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas”.

Lucas 11:43


¿Usted sentiría vergüenza si alguien le solicita que deje el lugar que está ocupando indebidamente para dárselo a otra persona más distinguida? Cuando alguien está ocupando un lugar que no le corresponde corre el riesgo de que llegue alguien más capaz y distinguido, y se le pida que deje el lugar. En la sociedad, las personas se desviven por ocupar lugares tan elevados dentro de alguna organización. Sin embargo, la recomendación de Jesús fue siéntate en el postrer lugar, esto es, que no debemos buscar las posiciones de honor y distinción. El orgullo y la ambición se pueden vencer fácilmente, con la potencia del Santo Espíritu de Dios, el cual se recibe cuando buscamos a Dios con Fe. El siervo de Dios puede cultivar el fruto de la mansedumbre y evitar la frustración y el desengaño rechazando el oportunismo. Dejando de pretender ser uno de lo más y mejor adaptados en la sociedad. Es necesario comprender que, la autoridad que Dios otorga a sus siervos en ninguna manera se debe emplear para levantarse déspotamente sobre los demás, por el contrario, nos debe hacer más mansos y humildes.

“Una vida llena de amor y servicio a Dios y a los demás, es una vida que llena y trae grande galardón. En la Iglesia de Dios se requiere de mucha ayuda para servirnos unos a otros, edificarnos unos a otros, porque servirnos unos a otros en amor, es un trabajo que dura toda la vida”.

Min. Efraín Lira Soto


La soberbia jamás ha sido una característica de los siervos de Dios. El servicio que nosotros hagamos a cualquier nivel dentro de la Iglesia de Dios jamás debe ser considerado como algo despreciable, denigrante, humillante o vergonzoso; por el contrario, es algo que nos ennoblece y nos dignifica. Un siervo de Dios es aquel que sirve a los demás, y lejos de haber algo degradante en ello, es una honra. Servir a la Iglesia de Dios es una distinción. Piense en cualquier ilustre personaje bíblico y encontrará que más de uno sirvió a sus semejantes.

“¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; más otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos estos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros”.

Hebreos 11:32-40


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