El hombre no es dueño de su destino

El hombre no es dueño de su destino


“Y di mi corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él”.

Eclesiastés 1:13


Salomón rey de Jerusalén, fue hijo del rey David, y en su juventud le solicitó a Dios, le concediera sabiduría. Si esta sabiduría era de origen celestial, por ende, Salomón fue considerado como el hombre más sabio en la tierra, cuya sabiduría superaba a sus contemporáneos.

“Jehová, pues, dio a Salomón sabiduría como le había dicho; y hubo paz entre Hiram y Salomón, e hicieron pacto entre ambos”.

1 Reyes 5:12


El resultado fue más que evidente, y algunos de sus escritos se encuentran disponibles hasta el día de hoy.

“Y compuso tres mil proverbios, y sus cantares fueron mil cinco”.

1 Reyes 4:32


Su fama se extendió en los alrededores a Jerusalén.

“Oyendo la reina de Sabá la fama de Salomón, vino a Jerusalén con un séquito muy grande, con camellos cargados de especias aromáticas, oro en abundancia, y piedras preciosas, para probar a Salomón con preguntas difíciles. Y luego que vino a Salomón, habló con él todo lo que en su corazón tenía. Pero Salomón le respondió a todas sus preguntas, y nada hubo que Salomón no le contestase”.

2 Crónicas 9:1-2


El éxito para muchos es alcanzar conocimiento, fama, poder y riquezas, pero esto se convierte en vanidad si se olvidan de lo esencial. El éxito no es superior a la vanidad, pues todo es parte de un proceso. Salomón menciono que el tiempo acontece a todos y la ocasión de estar en el lugar correcto, en el momento oportuno, y todos tienen sus buenos y malos tiempos. Por ejemplo, el corredor más veloz no siempre es quien gana la carrera, ni el guerrero más valiente no siempre gana la batalla, los sabios también pasan hambre y los más virtuosos no siempre tienen éxito en sus vidas.

“Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos. Porque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces que son presos en la mala red, y como las aves que se enredan en lazo, así son enlazados los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos”.

Eclesiastés 9:11-12


No todos los que cuentan con recursos y ventajas sobre otros tendrán éxito, ya que todo está bajo el control de Dios, incluso la hora de la muerte de cada uno. Porque el hombre tampoco conoce su tiempo, es decir, la hora de su muerte. La muerte es inesperada e imposible de predecir. La muerte es rápida, como una red o trampa.

“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz”.

Eclesiastés 3:1-8


El tema central es el tiempo, Salomón reconoce que hay un tiempo apropiado para cada una de las actividades en la experiencia humana. También afirma que el hombre no puede entender por qué Dios hace las cosas, ni puede descubrir el futuro de la humanidad.

“Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. ¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra? Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él?”.

Eclesiastés 3:11, 21-22


Cada suceso tiene su lugar apropiado en el misterioso ciclo de la naturaleza y de la experiencia humana. El poema de Salomón que hemos leído contempla ejemplos específicos de la verdad declarada aquí. La actividad constante de los seres humanos hace que se repita una y otra vez la pregunta ¿qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? En relación con el valor del esfuerzo humano. La anulación de un acto por otro sugiere que no hay valor duradero a los esfuerzos de cada individuo.

“Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él”.

Eclesiastés 3:10


Este mismo trabajo, en el capítulo uno, es descrito de forma dolorosa cuando Salomón dice: “Este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él”. Lo cual es muy distante a la intención original por parte de Dios.

“Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase”.

Génesis 2:15


La diferencia radica en el pecado de Adán, porque desde la perspectiva del hombre el trabajo es una actividad dolorosa, pero es hermosa desde la perspectiva en “el principio de todas las cosas”.

“Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”.

Génesis 3:17-19

“Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza”.

Romanos 8:20


Sabemos que Dios ha hecho todo apropiado a su tiempo, esto nos ofrece una perspectiva divina del tiempo. Los seres humanos en su necedad no entienden a Dios y no pueden comprender la hermosura del acto creativo de Dios. Solo con la perspectiva de la sabiduría concedida por el Santo Espíritu de Dios el hombre, por lo menos, puede gozar de la vida, aunque no pueda comprender cómo la vida concuerda con el plan fundamental de Dios.

“Y se le apareció Jehová a Salomón en Gabaón una noche en sueños, y le dijo Dios: Pide lo que quieras que yo te dé. Y Salomón dijo: Tú hiciste gran misericordia a tu siervo David mi padre, porque él anduvo delante de ti en verdad, en justicia, y con rectitud de corazón para contigo; y tú le has reservado esta tu gran misericordia, en que le diste hijo que se sentase en su trono, como sucede en este día. Ahora pues, Jehová Dios mío, tú me has puesto a mí tu siervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy joven, y no sé cómo entrar ni salir. Y tu siervo está en medio de tu pueblo al cual tú escogiste; un pueblo grande, que no se puede contar ni numerar por su multitud. Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande?”.

1 Reyes 3:5-9

“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”.

Santiago 1:5-6


Dios también ha puesto la eternidad en el corazón de los hombres. La palabra eternidad se refiere a un tiempo más allá de la vida finita y física en la tierra.

“También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol”.

Eclesiastés 9:6


Aunque está dentro del hombre, esta dimensión divina no se puede comprender excepto que se reconozca la existencia de un orden divino que hace que la existencia humana parezca vana. Esta dimensión de eternidad en el ser humano refleja su creación única a la imagen de Dios.

“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”.

Génesis 1:26


Dios separó al hombre del universo físico, haciéndolo consciente de su actividad como su Creador. Este componente divino también permite que el hombre conozca y tema a Dios. El hombre fue creado para tener una relación especial con su Hacedor, con la aptitud para comunicarse y gozar de su eterno compañerismo. Sin embargo, el hombre no descubre la obra que Dios ha hecho. La capacidad del hombre para comprender lo eterno se frustra por su incapacidad de comprenderlo todo: desde el principio hasta el fin. El hombre está limitado para comprender lo que Dios ha hecho para establecer y mantener el orden de la creación misma.

“No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios. Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor”.

Eclesiastés 2:24; 3:12-13


No hay nada mejor que una existencia saludable que depende del regocijo y de hacer el bien e incluye comer, beber y trabajar. Únicamente Dios puede dar gozo y alegría, elementos básicos de una vida feliz. A diferencia de las obras del hombre, las obras de Dios son perpetuas. El sentido de la eternidad tiene apoyo aquí. A diferencia de las acciones del hombre, las acciones de Dios son completas. El conocimiento de Dios por el hombre y la incapacidad de este para cambiar las obras de Dios, deberían influir en él constantemente. Este conocimiento debería hacer que los hombres adorarán a Dios y confiarán en Él.

“He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres. Y dije yo en mi corazón: Al justo y al impío juzgará Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace”.

Eclesiastés 3:14,17

“No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno”.

Deuteronomio 4:2


Dios en su soberanía ha establecido el ciclo de la vida, Él juzgará a su tiempo apropiado, aun más allá de la tumba. Las injusticas del presente serán rectificadas.

“Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”.

Eclesiastés 11:9; 12:14


Como no se puede conocer el futuro, el hombre debe concentrase en el presente. La muerte demuestra que los seres humanos son parte de la creación y tienen que enfrentarse con los limites de la misma. El mundo es visto desde la perspectiva de su condición caída presente. Tal como el sabio y el necio experimentan la muerte.

“No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después. Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de la vida de su vanidad, los cuales él pasa como sombra? Porque ¿quién enseñará al hombre qué será después de él debajo del sol? En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él. Pues no sabe lo que ha de ser; y el cuándo haya de ser, ¿quién se lo enseñará?”

Eclesiastés 1:11; 6:12; 7:14; 8:7


Dios nos creó para aprender y poder crecer por medio de experiencias agradables y también dolorosas en nuestras vidas. Dios nos permite elegir entre el bien y el mal, y nos deja decidir si serviremos a los demás o si nos enfocaremos en nosotros mismos. El reto es tener fe en su plan aun cuando no tengamos todas las respuestas. ¿La vida depende de un solo momento de suerte? ¿Será que algunas personas están destinadas al éxito y la mayoría a la vanidad y al fracaso?

La vida consiste en lograr el propósito de Dios, acompañada del temor y de guarda sus mandamientos. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala. Una vida alejada del temor de Dios es una vida vacía, porque al final nada tendrá sentido, aunque hayas alcanzado el éxito, todo esto será en vano. La vida de un hijo de Dios no consiste en lo que podamos alcanzar, sino en quienes somos. Sabemos que el hombre fue creado a la imagen de Dios y su propósito es estar en cercanía con Él, y cumplir sus designios tal como lo fue en un principio, en el huerto del Edén. El hombre necesita saber que hay propósitos en esta vida. Sin embargo, estos se entienden mejor de lado de Dios y no alejados de Él.

“Temblad, y no pequéis; meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad. Selah”.

Salmos 4:4


El hombre necesita momentos de meditación, momentos de quietud para “escudriñar el corazón”, para meditar sobre el significado, el propósito y los valores de la vida. A eso se refería un escritor al decir:

“Iba a los bosques porque deseaba vivir deliberadamente haciendo frente a los factores esenciales de la vida y para ver si podía aprender lo que ella tenía para enseñar, a fin de que cuando muriera no llegara a descubrir que no había vivido realmente”.

Henry David Thoreau


Hay muchas cosas en qué meditar y el Salmista nos sugiere la quietud de la noche como un buen momento “para meditar en nuestro corazón”. Sí, cuando la cansada actividad del día haya terminado, cuando la noche nos envuelve ya, cuando ya no se oye ninguna voz, a no ser la del Santo Espíritu de Dios, es entonces cuando podemos hacer una valoración más acertada de nuestros planes y acciones. ¿Cuál sería el resultado si una persona escuchara la voz de Dios que habla a través de su Palabra y se vieran a sí misma con la perspectiva de la eternidad?

“Alabad a Jehová, naciones todas; pueblos todos, alabadle. Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia, y la fidelidad de Jehová es para siempre. Aleluya”.

Salmo 117


Se requiere mucho valor para reorientar una vida y ponerla en armonía con los planes del Altísimo. El hombre que esto haga, no llegará al fin de sus días sintiendo que no ha vivido realmente, sino que se hallará listo para encontrarse con su Señor.


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