Él nos guiará aún más allá de la muerte

Él nos guiará aún más allá de la muerte


“Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; Él nos guiará aún más allá de la muerte”.

Salmo 48:14


Sabemos que todo ser humano se enfrentará a una muerte física. Sea por medio de un tiempo de agonía, sea de repente, pero nadie escapa a este destino fatídico fijado por Dios. Sin embargo, la tristeza que puede agobiar a un hijo de Dios por la partida de un ser querido, la restauración ante tal pérdida, el Señor lo hará. En cambio, el miedo a la muerte es una constante en la abrumadora mayoría de la población. ¿Por qué el hombre tiene temor de ese proceso que es parte de su existencia?

Conocemos que la muerte vino por el pecado, por la caída de Adán. La desobediencia de Adán trajo el pecado a toda la raza humana. Dando lugar a la muerte física y espiritual para todos.

“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”.

Romanos 5:12


Pero para un hijo de Dios resulta una bendición dormir en el Señor.

“Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven” (Lucas 20:38).

“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:25-26).

“Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lucas 10:20).


En nuestro Señor Jesucristo se encuentra el poder de dar la resurrección física y la vida espiritual. De igual manera, esto afirmó el apóstol Pablo:

“Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.

Romanos 14:8; 8:38-39


Nótese la gran convicción de los apóstoles Pablo y Pedro, que decían conocer la hora de su muerte y también lo que les esperaba:

“Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:6-8).

“Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas” (2 Pedro 1:13-15).


El pasaje bíblico de mayor esperanza para el pueblo de Dios es este:

“Estimada es en los ojos de Jehová la muerte de sus santos”.

Salmo 116:15



Aquel que ha sido justificado y que vive agradando al Señor con un corazón contrito y humillado, y que ha aprovechado su vida para pelear la buena batalla de fe. No tiene por qué tener miedo a la muerte.

“En amor no hay temor; mas el perfecto amor echa fuera el temor: porque el temor tiene pena. De donde el que teme, no está perfecto en el amor. Nosotros le amamos á él, porque él nos amó primero”.

1 Juan 4:18-19


La razón principal es prepararnos para la vida eterna y el único miedo al respecto debe ser: ¿Cuál es nuestra condición espiritual ante el Señor?

La muerte no es nuestro destino último. Sino la resurrección en un estado de gloria.

“Porque tengo por cierto que lo que en este tiempo se padece, no es de comparar con la gloria venidera que en nosotros ha de ser manifestada”.

Romanos 8:18


Sin entender, la gente celebra el día del cumpleaños. Afirmando que se trata de un año más de vida, cuando de hecho se trata de un año menos. Se alegran de tener menos tiempo para vivir. Sin embargo, el hijo de Dios tiene plena convicción de que:

“Cada día que transcurre, es un día menos para el encuentro con el Señor”.

Min. Rubén Lira Luna


Lo maravilloso, para un hijo de Dios con convicción de la verdad de las Escrituras, es que existe una esperanza en nuestro Señor Jesucristo. Él venció la muerte por medio de su resurrección, y con ella dio la promesa de vida eterna a aquellos que creen en Él. Cristo hizo posible que aquellos que creen en Él fueran librados del dominio del pecado y del temor a la muerte. Aunque la muerte física sigue siendo una realidad, por su resurrección, los hijos de Dios pueden hacerle frente con valor.

“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”.

Hebreos 2:14-15


El Salvador dijo:

“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.

Juan 10:10


Se refería, por su puesto a la vida eterna para aquellos que le aceptaren como salvador y redentor. Pero creo que solamente un hijo de Dios, quien recibe la sensibilidad para ver el mundo y más allá en su propia perspectiva, puede vivir una vida culminante en este mundo. En la actualidad, las comodidades de la “vida moderna” nos abruman, y la muerte nos separa de esa “buena vida” a la que nos hemos acostumbrado, considerando la muerte como una perdida. Algunas personas pueden decir esto:

—Quiero prosperar en mi trabajo o negocio.
—Terminar mi carrera y hacer maestrías y doctorados.
—Tengo planes para comprar un carro nuevo y requiero tener más tiempo para disfrutar de mis bienes.
—Acabo de casarme y tengo que experimentar lo que es ser padre.
—No es posible que muera ahora.


Es un peligro pensar así, de forma arrogante, como si la vida dependiera de nuestra propia decisión y no tan simplemente del siguiente latido que el Señor permita a nuestro corazón, y en cualquier momento Él nos puede pedir nuestra alma:

“Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?”.

Lucas 12:20


Al margen de toda abundancia material, la vida no consiste “en sus bienes”. En realidad, lo que cuenta es ser rico en los tesoros del Reino de Dios. El problema está en el egocentrismo que no tiene ninguna consideración por el necesitado, y no hay lugar para Dios en sus vidas. Por otra parte, cuando somos bondadosos, cuando damos, cuando ayudamos estamos siendo justos, porque usamos lo material de nuestra mano para hacer justicia y bondad. Es por eso que el llamado de nuestro Señor Jesucristo fue abandonar el mundo y todos sus lazos, y cumplir con el propósito para el que fuimos llamados y alcanzados.

“De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará”.

Juan 12:24-25


Sabemos que hay senderos que parecen adecuados para el hombre, pero su fin es la muerte. Hoy puede ser el momento de valorar si el camino en el que estamos es realmente el correcto. Para esto es necesario deshacernos de las cosas de este mundo que nos cansa y nos agota. La obediencia es la manera de que nuestras vidas lleguen a ser un olor fragante. La desobediencia enmascarada como buenas intenciones es el sendero hacia la muerte espiritual y física.

“Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos”.

Hageo 1:5


La persona debe rechazar una vida egocéntrica a fin de creer en Cristo y así obtener la vida eterna, reflexionamos sobre las siguientes palabras del apóstol Pablo:

“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos”.

Filipenses 3:7-11


Si consideramos la muerte desde esta perspectiva, la vida da perfecto sentido a la voluntad de Dios. Tener la convicción de que, cuando venga la muerte, podemos pasar al lugar de nuestro reposo en espera de la gloriosa resurrección prometida por nuestro Señor Jesucristo.

“Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”.

Apocalipsis 20:6; 21:8


Nuestro cuerpo se transformará en un cuerpo de gloria. Participaremos enteramente de la naturaleza de Dios, porque somos linaje escogido. Ya no habrá llanto ni dolor, tendremos vestiduras gloriosas y tantas promesas magníficas que serán incontables. Este evento es tan grande que la creación entera aguarda la manifestación de los hijos de Dios. En este marco, la esperanza indica una confianza segura en los designios de Dios. Sus hijos esperan que la salvación ya obtenida se manifieste por completo en la redención futura de sus cuerpos. Cuando confiamos en Dios no solo esperamos en Él, sino que también estamos seguros de que todo lo que Él hace es para nuestro bien.

“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos”.

Romanos 8:16-25



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