¿Puedes servir a dos señores?
Sabido es que quien trabaja tiene sus motivos, sean personales o grupales, uno de ellos es la de satisfacer necesidades propias de un ser humano, otro es generar ingresos económicos para los rubros importantes de la vivienda y la familia, derivado de ello, generar dinero es satisfactorio para cubrir las necesidades en cualquier momento pero también es nocivo enfocando sus desventajas en varios aspectos interconectados de una persona, es decir, la misma persona puede tornar a ser alguien que quiere que todo esté a sus pies en un acto de arrogancia y altivez y sin saber el paradero futuro de sus pertenencias o bienes, puede ser alguien obsesionado por tener hasta infinitas veces más de lo que tiene pues se siente eterno y cree que su dinero le será suficiente para lo que quiera.
En el pueblo de Dios esos pensamientos no deben tener lugar en ninguno de los que pertenecemos al mismo pues bien sabemos que Dios nos otorga bendiciones (vida, salud, trabajo y, por tanto, bienes, dinero etc.) según su misericordia, pero debemos poner nuestra parte para que Dios nos ayude a obtenerlos. En concreto, si el dinero llegase a ser “el centro de atención” de nuestras vidas en vez de Dios, ¿qué sería de nosotros?, pero también ¿cómo evitarlo?, pues la carne es susceptible a cualquier deseo carnal mundano. ¿Podemos Servir A Dios Y A Las Riquezas? Veamos lo que dicen las Sagradas Escrituras.
¿Cuál debe ser nuestro “centro de atención”?
Lucas 16.13, a pesar de ser parte de la parábola del mayordomo infiel, conlleva una premisa importante que, como hijos de Dios, no debemos olvidar, esta premisa igual se encuentra en Mateo 6.24 y menciona lo siguiente:
Ningún siervo puede servir á dos señores; porque ó aborrecerá al uno y amará al otro, ó se allegará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir á Dios y á las riquezas.
Nadie puede servir a dos señores porque odiará a uno y querrá al otro o viceversa, es aquí donde viene lo importante: no se puede servir a Dios y a las riquezas en conjunto o al mismo tiempo. Si le damos lugar e importancia a Dios y sus promesas, desde luego que nuestras vidas serán bendecidas por Él pero… si le damos lugar e importancia no sólo al dinero sino a cosas terrenales… sería otra historia nuestro vivir. Las riquezas son temporales, todo objeto es temporal, tiene principio y fin, no podemos darle importancia a las riquezas o sucederá lo que Salomón expresó en el pasaje de los Proverbios 23.4-5:
No trabajes por ser rico; Pon coto á tu prudencia. ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque hacerse han alas, Como alas de águila, y volarán al cielo.
Aunque parezca redundante decirlo, escucharlo, meditarlo, entre otros, todo en esta vida es pasajero, pronto se irá y tomará rumbo y vuelo, y más si imaginamos tener y no tenemos mas que lo poco que queda de nosotros. Tampoco debemos acumular tanto y aguardarlo para nuestro sustento perpetuo o seremos comparados con aquel que Jesús refirió en parábola en el pasaje de Lucas 12.16-21, pues Dios le advirtió que vendrían en esa noche a pedir su vida y que las muchas cosas que guardaba en sus alfolíes no tendrían heredero sucesor. Si leemos más adelante en el mismo capítulo, Jesús nos recomienda que no nos preocupemos por el comer, beber o vestir pues Dios sustenta a los cuervos, los lirios y la hierba que no tienen las mismas condiciones que nosotros, esto quiere indicar que Dios nos sustentará si procuramos el Reino De Dios pues lo demás nos será añadido (Lucas 12.31).
Tampoco estamos para agradar a las gentes presumiendo cuanto tenemos porque muchos gentiles lo hacen y se mofan de ser los mandamases millonarios porque estamos para agradar a Dios siendo siervos de Cristo, no al mundo siendo siervos del deseo, como lo dice Pablo en la carta a Gálatas 1.10:
Porque, ¿persuado yo ahora á hombres ó á Dios? ¿ó busco de agradar á hombres? Cierto, que si todavía agradara á los hombres, no sería siervo de Cristo.
En el mismo tenor, le dice a Timoteo lo siguiente (1 Timoteo 6.17-19):
A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia de que gocemos: Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, que con facilidad comuniquen; Atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano á la vida eterna.
Así expresado al inicio de este apartado, no debe haber ni una gota de altivez en nuestra persona, antes el exhorto está en que pongamos todo en manos de Dios y nos preparemos para lo porvenir teniendo muchas más riquezas espirituales que materiales. Siguiendo la misma línea, Juan explica que amar al mundo es sinónimo de no tener el amor de Dios dentro nuestro pues lo que existe en el mundo, los deseos de la carne y los ojos y la soberbia de la vida no son cosas que vengan del Padre sino del mundo y para permanecer con vida (y mucho mejor, en la Vida Eterna) no debemos hacer la voluntad del mundo sino de Dios pues lo primero es pasajero pero quien se va a lo segundo permanece para siempre (1 Juan 2.15-17), no queramos ser exhortados por Santiago en su carta (Santiago 4.4) que dice:
Adúlteros y adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios? Cualquiera pues que quisiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.
Lejos sea de nosotros querer darle importancia, lugar y amistad a las cosas terrenales pues nos enemistamos con Dios, más bien, debe ser al revés pues si nos amistamos a Dios el mundo no nos querrá, pero tenemos asegurado un boleto en la Vida Eterna.
¿Qué resultado obtenemos si servimos a Dios?
Contrario a Job (Job 31.24) que colocó a su hacienda en primer lugar siendo ésta arrebatada por Satanás queriendo verlo trastabillar -y al final Dios le regresó su hacienda un tanto más crecida-, nuestra vida debe estar apegada a Dios tengamos lo que tengamos, lo mucho o lo poco que tengamos es sólo una pequeña traducción del inmenso amor que nos tiene y del constante derramamiento de bendiciones que realiza a quien confía en Él, como lo expresa Asaf en el Salmo 73.25-28:
¿A quién tengo yo en los cielos? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen: Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán: Tú cortarás á todo aquel que fornicando, de ti se aparta. Y en cuanto á mí, el acercarme á Dios es el bien: He puesto en el Señor Jehová mi esperanza, Para contar todas tus obras.
Por último, no olvidemos el pequeño gran paso para dejar el mundo atrás y dejar que Dios sea nuestro centro de atención y alguien a quien sirvamos de lleno sin regateos ni excusas (Santiago 4.8):
Allegaos á Dios, y él se allegará á vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros de doblado ánimo, purificad los corazones.
Pues sabido es también que estos tiempos son complicados y que el mundo avanza a una degradación constante en busca de satisfacer sus deseos pecaminosos en grande manera, pero nosotros como Pueblo De Dios sabemos que, aunque estamos en el mundo, no somos del mundo y por lo tanto Dios es el centro de atención en nuestras vidas y es el Único a quien se le deben los honores por ser el Supremo Creador dueño de todo, no debemos darle cabida a las riquezas materiales porque ejemplos tenemos de quienes querían riquezas antes que la promesa de Dios, como Giezi, el hijo pródigo de la parábola, el joven rico, Judas Iscariote, entre otros.
La única forma de ser servidor de Dios y obtener mejores oportunidades que el mundo da es que desistas de tu viejo andar, declarar que quieres abandonar al mundo aceptando la culpa de haber errado en tu vivir y recibir a Cristo Jesús aceptándolo como tu Salvador e Intercesor, pues nadie llega al Padre si no es por medio del Hijo. Sólo así dejarás de servir a las riquezas si quieres conocer a Dios y vives rodeado de las mismas.