Un mal hábito

Un mal hábito

La mayoría de nosotros no podemos negar que hemos tenido o aún tenemos uno o más malos hábitos. Algunos hábitos son simplemente irritantes, como cuando la persona habla demasiado o muy rápidamente, o que es impuntual. Otros son mucho más graves. Hay uno, que es ofensivo para nosotras que lo escuchamos, y aún peor, ofensivo para Dios, por menospreciar sus bendiciones.

En nuestro día a día resulta muy común que, cuando algo nos disgusta o no sale como habíamos previsto, nos quejemos. Puede que tal vez acostumbras lamentarte habitualmente, o quizás, a tu alrededor las personas lo hacen, no obstante, una queja te puede hacer sentir desanimado. Debido a que una queja es un discurso interno o también lo podemos expresar hacia los demás, con la intención de criticar algo o a alguien.

Y a nadie le gusta estar todo el tiempo escuchando las quejas del otro, más cuando se quejan de todo, porque hay personas a las que parece que nada les sale bien. Pero para saber cómo dejar de quejarse hay que conocer por qué se produce este comportamiento. Existen diferentes motivos, y uno de ellos es, que nos quejamos por hábito. Ya que no sabemos cuándo comenzó, pero poco a poco formo parte de nuestra manera de ser y de relacionarnos con nuestros semejantes.


Considerando un ejemplo bíblico al respecto de un mal hábito, podemos encontrar el que tuvo el antiguo pueblo de Israel, acababan de ser librados de la esclavitud, y por ello, debían haber estado agradecidos. Pero en lugar de eso, empezaron a quejarse con Moisés y con Aarón.

“Y decíanles los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos á las ollas de las carnes, cuando comíamos pan en hartura; pues nos habéis sacado á este desierto, para matar de hambre á toda esta multitud.”

Éxodo 16:3


En Éxodo 17, leemos que sus quejas aumentaron y llegaron a ser riña, en realidad, sus quejas eran contra Dios, pero pelearon con Moisés porque él era el líder.

“Así que el pueblo tuvo allí sed de agua, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed á nosotros, y á nuestros hijos y á nuestros ganados?”

Éxodo 17:3


El pueblo hasta llegó a cuestionar, si Dios en realidad estaba con ellos. Sin embargo, El Señor siempre suplió sus necesidades.

“Y llamó el nombre de aquel lugar Massah y Meribah, por la rencilla de los hijos de Israel, y porque tentaron á Jehová, diciendo: ¿Está, pues, Jehová entre nosotros, ó no?”

Éxodo 17:7


En la actualidad, es sorprendente cuando preguntamos a alguna hermana: ¿Cómo está? Y su respuesta es un cúmulo de quejas, que tal pareciera que Dios se complace en hacerle sufrir; si somos honestas, tendríamos que admitir que, a veces nos quejamos cuando Dios no nos responde de la forma en que queremos. Lo acusamos de estar ausente o de no ocuparse de nosotras. De este modo estamos olvidando que la misericordia de Dios es tan grande que aún nos mantiene con vida, nos da el sol, la lluvia, el alimento, la compañía de nuestros seres queridos y nos mantiene dentro de su Iglesia.


Te invito a reflexionar por un momento sobre que sentido encuentras al quejarte, acaso la situación cambiaría de repente por lamentarte injustificadamente, entonces para que seguir quejándose por todo. Puesto que una queja produce estrés en ti y en los que te escuchan, hasta provocar que los demás se cansen de nosotros y empiecen a evitarnos, porque no somos una buena compañía.

Demos dejar de quejarnos y empezar a comunicarnos de una manera distinta, al identificar lo que tenemos que cambiar ya que, en vez de quejarnos, podemos buscar soluciones, y de esta manera, hacernos responsables de las cosas que decimos o hacemos, en vez de culpabilizar a los demás.

Y si contáramos las grandes bendiciones que hemos recibido de nuestro Dios, no debiéramos practicar el mal hábito de quejarnos. No demos lugar a que las decepciones y las privaciones que Dios ha permitido para nuestro bien espiritual nos distraigan, y siempre que nos sintamos tentados a quejarnos, recordemos:

“Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová; y lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y consumió uno de los extremos del campamento.”

Números 11:1



Los comentarios están cerrados.